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¿Cómo afecta al cuerpo los cambios bruscos de temperatura?

La llegada del frío y el descenso de temperaturas desencadenan una respuesta en nuestros tejidos para regular la temperatura y prevenir infecciones. Los cambios climáticos afectan diversos sistemas, como la piel, los vasos sanguíneos, los pulmones e incluso los huesos, especialmente en individuos más sensibles o con afecciones articulares.

Según Jenny Dávalos Marín, integrante del Grupo de Trabajo de Dermatología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), las enfermedades respiratorias son más frecuentes en invierno debido a la disminución de las temperaturas, que afecta el sistema de humidificación y calentamiento del aire que inhalamos por la nariz. Esto puede resultar en la parálisis o reducción de la movilidad de los cilios en nuestro sistema respiratorio, que desempeñan un papel crucial en la lucha contra virus.

El cambio térmico al entrar en espacios calefaccionados desde entornos fríos al aire libre también contribuye a infecciones respiratorias, generando resfriados estacionales, malestar general y alergias, según explica Dávalos. Desde el punto de vista psicológico, la falta de luz solar en invierno afecta la segregación de sustancias como la serotonina y la dopamina, dando lugar a síntomas de astenia invernal, como apatía y decaimiento.

La especialista destaca que los efectos del frío no se manifiestan de inmediato, sino que síntomas como congestión nasal, molestias a la luz, irritabilidad y dolor muscular aparecen días después de la exposición al clima frío. La vasoconstricción, resultado de las bajas temperaturas, afecta la circulación cardiovascular, aumentando la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Además, espesa el moco nasal, reduciendo la capacidad para eliminar virus, lo que aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias virales.

En contraste, el calor dificulta la supervivencia de muchos virus, pero temperaturas corporales superiores a 38 grados pueden tener efectos adversos, desde deshidratación hasta arritmias y complicaciones de enfermedades preexistentes. En conjunto, estos factores aumentan la vulnerabilidad a infecciones.